Juventud Juché
Post Punk / Madrid
La actitud de Juventud Juché podría resumirse con una máxima tipo “hazlo fácil y hazlo por ti mismo”. A partir de esa premisa la formación se lanzó desde su nacimiento -hace algo menos de un lustro- a un maratón de ensayos y (sobre todo) directos que les hicieron crecer y desarrollarse sobre el escenario. Tras una serie de grabaciones previas, la evolución se plasmó en Quemadero, abrupto ejercicio de art-punk que demostró muchas cosas. Tal vez la más importante de todas, que a día de hoy no existen los sonidos “difíciles” si se afrontan con la suficiente pasión, inteligencia y fe en las propias posibilidades. De todo eso Juventud Juché van sobrados, por lo que la recepción que Quemadero tuvo entre crítica y público fue entusiasta, permitiendo a la banda salir del circuito madrileño, patearse el país y seguir creciendo.
Después de un pequeño parón que rompió hace justo un año la publicación del single Miedo/ En tu casa -recuperadas para Movimientos en versiones diferentes- y con idéntica actitud afrontan Javi, Luis y Arturo el siempre difícil desafío del segundo largo. Tras grabar diez canciones con Ojo y Pablo Carrillo en La Zona Temporalmente Autónoma de Torrijos, el radical compromiso artístico de Juventud Juché les lleva a ponerse en contacto con Ian Crause, conocido principalmente por su actividad en la década de los 90 al frente de los míticos Disco Inferno, de quienes la banda en general y Javi en particular se declaran devotos. Arranca de esta manera una colaboración a distancia entre el grupo y Crause (quien reside en Bolivia desde hace años) de resultados a priori imprevisibles y cimentada en unas consignas muy básicas: “Teníamos una serie de referencias en común con Ian: 154 de Wire, los primeros discos de Brian Eno y los discos de Talking Heads producidos precisamente por Eno… Ese era el camino que queríamos tomar”. Efectivamente, con esos discos Movimientos comparte la actitud exploradora, pero también una fiereza desarmante y un sonido tan afilado que corta. La banda había trabajado las nuevas canciones a partir de estructuras más complejas y obsesivas, a las que Crause ha terminado por dar profundidad psicológica con una serie de detalles marca de la casa: esas voces que retumban en tu cabeza como representación sonora de la esquizofrenia, líneas melódicas subterráneas y la intimidante base rítmica que conforman Luis y Arturo golpeando como un martillo pilón. El mastering a cargo del Shellac Bob Weston en Chicago Mastering Service multiplica la pegada de un disco impactante e intenso como la retransmisión de un combate Pacquiao Vs Mayweather en el que la realización corriera a cuenta del Paul Thomas Anderson de Puro vicio: imposible que el oyente/espectador se mantenga ajeno al reparto de golpes.
Es por todo esto que resulta tarea imposible que el camino emprendido por Juventud Juché lo puedan desandar: el inesperado giro que el trío ha dado con Movimientos les sitúa en un espacio virgen, como una valiosa nota al margen de lo que hasta hoy entendíamos como posibilidades del formato guitarra-bajo-batería.