Xarim Aresté
Folk Rock / Cataluña
Diez canciones frescas como el rocío y llegamos al disco que nos ocupa, “La rosada”. Tras la crudeza y la sinceridad a quemarropa de “Lladregots”, ahora Xarim Aresté aparca la guitarra. O mejor dicho: aparca una forma de tocar la guitarra para relacionarse de otra manera, nueva, fresca, con su instrumento de siempre. La guitarra está siempre ahí, sí, pero rehuye todo protagonismo y se presta al servició de las necesidades más básicas de cada canción. El viejo guitar-hero deja atrás solos y riffs pirotécnicos para mutar en artesano de las canciones. Además, Xarim descubre también una nueva forma de cantar, más serena, más próxima, sin renunciar cuando hace falta a aquella voz casi rasgada que ya es parte de su identidad musical.
Porque “La rosada” es un disco de canciones. 10 canciones como 10 soles. 10 paisajes. 10 aventuras. Todas distintas, cada una más adictiva que la anterior. Un disco que desprende magia y frescura en estado puro. Por algo el rocío es el mejor refrigerante natural que existe, ¿verdad? Los matices musicales que encontramos en este disco son incalculables. Del folk más desnudo (“Bon vent”, “Lleons marins”) a un impresionismo propio de los Beach Boys o The Dodos (“Pensant en cercles”); de la algarabía balcánica (“Ple de gom a gom”) al crudo intimismo de “Jo t’estimo”, quizá la pieza más sincera del disco. Gotas de jazz manouche, aromas de Marc Ribot y Tom Waits, salitre mediterráneo (“Quatre fulles”) y un medio tiempo de escuela Van Morrison del calibre de “La Santa Espina”. Todo sin olvidar el mordaz tema que abre el disco, “A l’Univers li sua” (traducimos: “al Universo se la suda”), para recordarnos cuánto le importan al resto de la humanidad todas las nimiedades que proclamamos cada día via facebook y similares. “La rosada” es un disco luminoso, edificado sobre una base austera pero sólida, con los adornos justos que pedía cada canción. Se trata de una obra pensada y construída en primera persona, que crece con las aportaciones de grandes músicos amigos.
Tras dar forma al esqueleto del disco en la intimidad doméstica, Xarim destiló su esencia para enriquecer la paleta de colores en el estudio con la complicidad de un compañero de viaje ya habitual, Ermengol Mayol. Poesía y banda sonora Coincidendo con la aparición de “La rosada”, Xarim Aresté también revela nuevas facetas hasta ahora ignotas.